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Donde tu vayas, yo iré

» No insistas que te deje o que deje de seguirte; porque adonde tú vayas, iré yo» Rut 1,16

Hace poco tiempo comenzaron muchos cambios en mi vida y que se ven materializados a lo externo en que vivo ahora en otro país, totalmente diferente a mi querida Venezuela, nuevo idioma, nueva cultura, nueva moneda, y hasta nuevo clima y todos y cada uno de los aspectos de una u otra forma afectan el cómo vivir mi día a día.

Los cambios siempre necesarios para el crecimiento personal, pero que igualmente implican pasos de valentía, confianza, abandono, y especialmente de fe. Es que sin fe sería imposible estar donde estoy ahora, con muchos retos por delante y mucho por aprender, pero con mucha esperanza en qué todo esto por muy difícil que me parece a veces traerá buenos frutos al final.

Es también impensable que pudiera dar este paso sola, sin alguien que por encima de todas las evidencias y de mis metidas  de pata sigue y siempre está ahí apostando por mi vida, creyendo en mi y en diciéndome: tu puedes, tu eres capaz de esto y mucho más, porque YO estoy y estaré contigo: Jesús.

Antes de salir de mi país y mientras más se acercaba el día, el susto y los nervios aumentaban y en todo momento estuve poniendo mi vida y planes en sus manos. En manos de mamá Divina Pastora dejé todos mis sueños, miedos y esperanzas. Pero debo confesar ahora que desde que llegué a este país la novedad me ha acaparado: conocer nuevos lugares, personas, distintas culturas, probar nuevas comidas y bebidas, adaptarme al clima frío y principalmente aprender el idioma han sido lo que he hecho desde que llegué, y hasta hoy es que serenando el corazón hago retrospectiva de lo vivido hasta ahora desde la mirada de Jesús.

Lo esencial es poder reconocer que en este tiempo que creía haberme olvidado de Jesús, EL nunca dejó de cumplir su promesa del Rut 1,16 A donde me he venido a vivir, él se ha venido conmigo, y no se ha despegado ni un instante de mi. En una de las primeras salidas al centro de la ciudad, me perdí y me bajé en la estación de tren equivocada, sin saber hacia donde dirigirme para ir al lugar que buscaba, ya casi saliendo de la estación esperando a alguien para preguntarle, vi este aviso azul en letras amarillas que les muestro en la foto.

Jesús siempre saliéndome al paso...

Lo leí y comencé a reírme, me causó tanta gracia que estando perdida Jesús saliera a mi encuentro de esta manera, diciéndome: «Yo soy EL CAMINO, la verdad y la vida. Nadie VIENE al Padre sino por mi» (Juan 14,6). Esas palabras en mayúscula eran las que más gracia me causaban: Estoy perdida no sabía como llegar, y él me decía Yo te llevo, yo soy el camino, solo por mi podrás llegar. Mi miedo era cómo salgo a preguntarle a alguien sino hablo su idioma, tal vez no me entenderá, pero Jesús estaba asegurándome que llegaría a  mi destino si me dejaba guiar por él y confiaba.

Luego muchas veces a través de la amabilidad extrema de las personas en este país pude comprobar que era cierto nunca faltó la persona que al preguntarle no nos ayudara con alguna dirección, hasta una señora nos llevó casi de la mano hasta la parada correcta de nuestro bus. Puros detalles de su amor y de que nunca me deja sola mi Jesús.

El miércoles de ceniza, fui a la misa y aunque entendí el 10% de la liturgia y creo que exagero, no faltaron detalles que me hablaban de parte de su amor y misericordia, en primer lugar llegué tarde pero en ese momento el sacerdote estaba metiendo muchas cruces pequeñas de palma bendita en una gran tinaja como de barro, y luego encendieron fuego, las llamas subían hasta el techo de la iglesia que era altísimo y era impresionante ver en ese símbolo como si Jesús me invitara a poner en ese fuego todo lo viejo y me entusiasmaba la idea de renovar mi fe, a todos nos gusta lo nuevo, ya había estado muy deslumbrada por la novedad de la ciudad, ahora Jesús me llamaba a la novedad en la fe en este cuaresma. Ese fuego y el humo llegaban muy alto y era como si Jesús me hablara del alcance tan alto que podría tener mi vida, si le creo y le secundo sus llamadas.

Después el detalle más bonito fue la comunión, ya que recibí tanto la hostia como el vino, y era como si él me estuviera entregando todo su ser para darme las fuerzas que necesito para dejarme renovar por dentro especialmente haciéndome entender todo lo que necesita ser renovado en este tiempo.

Aún queda mucho tiempo por estas tierras, y muchos detalles de amor por disfrutar…